Liz Taylor + Richard Burton
«Todo amor que no sea loco, extraordinario y apasionado es una pérdida de tiempo. Hay demasiadas cosas mediocres en la vida y el amor no debería ser una de ellas.» (El novio de mis sueños)
El amor que es tan necesario, confortador y edificador en nuestras vidas, a veces, puede convertirse en un amor destructivo, desalentador y tóxico llegando a un punto de locura que, difícilmente podemos entender que exista entre dos personas, este último amor es el que mantuvieron Elizabeth Taylor y Richard Burton. Los dos sentían un amor tan pasional y único que marcó la existencia de sus vidas convirtiéndoles en la pareja del s.XX. Estaban hechos el uno para el otro y sin embargo, no se soportaban.
Liz era londinense. Se trasladó a Estados Unidos y apareció en su primera película cuando tan sólo contaba 10 años de edad. Richard era galés. Se educó, esencialmente, en el teatro; quería ser el sucesor de Lawrence Olivier y de John Gielgud. En 1953 se encontraron en una fiesta en casa de Stewart Granger y Jean Simmons y no hubo más que indiferencia. Tuvieron que pasar 9 años para compartir pantalla en la maravillosa y espectacular película “Cleopatra” (1963) y aunque ambos estaban casados, él con Sybil Williams y ella con su cuarto esposo Eddie Fischer, entre ellos, el amor que los personajes de Marco Antonio y Cleopatra se profesaban, traspasó las grandes pantallas. Se encendieron las llamas que nunca llegaron a apagarse comenzando así una tortuosa historia de amor. Se enamoraron irremediablemente, ante el estupor de Sybil y de Eddie. El escándalo no tardó en estallar y se convirtieron en la pareja de moda en el mundo.
Se casaron por primera vez en Montreal y su unión duró 10 años, de 1964 y 1974, y dieciséis meses después del divorcio, se volvieron a casar en 1975, ya que no se habían olvidado, su amor era una auténtica adicción, especialmente para Burton. En esta última ocasión, sólo duraron un año.
Burton al principio se burlaba de ella haciendo comentarios de su físico, para acto seguido caer rendido ante su belleza y gran talento. De hecho, durante el apogeo de su relación de amor, la definió así:
“Tú eres probablemente la mejor actriz del mundo, lo que junto a tu extraordinaria belleza te hace única.»
Liz, embrujada por el erotismo del actor, declararía más tarde:
“Imagínate tener al oído la voz de Richard Burton mientras haces el amor. Borraba todas las preocupaciones y las penas. Lo demás se esfumaba”.
A pesar de todo, no se entendían, pero el fruto de esos desencuentros despuntaba en un auténtico volcán de sentimientos, vivieron un amor muy pasional. Sus fuertes caracteres chocaban con asiduidad, el alcohol, las peleas o algunas enfermedades que padecía Liz les alejaba. Se aferraban a un amor que no tenía razón de ser ya que en lugar de felicidad, les provocaba tristeza y aun así su amor dejó una huella indeleble que los marcó a ambos.
El actor galés murió el 5 de Agosto de 1984 en Suiza, a los 58 años a causa de una hemorragia cerebral, La Taylor falleció mucho después (el 23 de Marzo de 2011 a los 79 años de edad), pero durante su existencia siempre manifestó su deseo de ser enterrada al lado de su querido Burton en Suiza.
Se esfumaba así una pareja idílica para la prensa del corazón y para una meca del cine, satisfecha no sólo por su impronta en la gran pantalla, sino por sus constantes peleas, borracheras y carencias, que humanizaban a las dos figuras más grandes en su época. Podría considerarse un amor adictivo donde se mezclaban y confundían sentimientos llegando a ser obsesivo. Seguramente los encuentros sexuales estaban marcados de magia, romanticismo, erotismo y sensualidad convirtiendo el sexo en un arma de doble filo. Los intentos por retener y/o cambiar al otro no dejaban de ser una forma de amor tóxico. Por este motivo, la respuesta que obtenían era el desprecio, el maltrato, la depresión o un mayor alejamiento emocional. Todo esto les llevaba a reforzar sus intentos dando más “amor”, aumentando la concentración en la conducta del otro, dependiendo cada vez más en lo afectivo.
Bebieron, gastaron sin conocimiento en joyas y lujos, y supieron adaptarse a la espiral de la publicidad, sobre todo Liz. Poco antes de fallecer, Burton pensó en ella. Nunca dejó de sentir amor por Taylor y hasta en sus últimos días pidió volver con ella.
«En el fondo nunca nos hemos separado. Y supongo que nunca lo haremos.»
le comentó Burton a su hermano cuando su intensa vida se apagaba. Dos días antes le había mandado su última carta de amor. Ella confesaría:
“El día que murió, yo aún estaba locamente enamorada de él. Richard era magnífico en todo el sentido de la palabra. Y en todo lo que hacía. Desde los primeros momentos en Roma estuvimos siempre loca y poderosamente enamorados. Tuvimos tiempo, pero no el suficiente.»
La verdadera historia de amor de Elizabeth Taylor y Richard Burton se recoge en el libro “El amor y la furia” de Sam Kashner y Nancy Shoenberger, que incluye las cartas que Richard Burton, que era un hombre cultivado, amaba la poesía y escribía diarios con el deseo de componer una novela autobiográfica, enviaba al amor de su vida Liz.
Para Burton ella “era una diosa del sexo”. Hicieron muchas películas juntos: “Cleopatra” (1963), “¿Quién teme a Virginia Woolf?” (1966) que Mike Nichols adaptaba la obra de teatro de Edward Albee, que cuenta la desgarradora e incisiva radiografía de un matrimonio en crisis, que también es un certero retrato de la destrucción que genera una adicción tan monstruosa como el alcohol, película que refleja muchos momentos de la vida de la pareja Taylor-Burton. Otras películas en las que trabajaron juntos fueron: “Castillos en la arena” (1965), “Los comediantes” (1967), “La mujer indomable” (1967), etc.
El amor de la Taylor y Richard Burton es, probablemente, el más ruidoso, turbulento, autodestructivo y delirante de la historia de Hollywood. Pero no dejaron de amarse hasta la muerte, y aunque de forma involuntaria y después de 27 largos años, pareciera que, de alguna manera, su designio se cumplió cuando él le dijo a ella:
“Si me dejas tendré que matarme. No hay vida sin ti.”
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