Cupido también juega al ajedrez…
Amor y Estrategia
En el post anterior de esta categoría (Cupido también usa calculadora), comenté acerca del amor desde el punto de vista económico, expliqué cómo podríamos configurar un “mercado del amor” y cómo este mercado poseía características ligadas a la información asimétrica que lo transformaban en un “mercado imperfecto”, siendo el concepto clave “el coste de búsqueda de pareja”. Todo lo anterior nos llevó a concluir en la importancia que muchas veces tiene la presencia de terceros – el “matchmaker” – para lograr acuerdos óptimos en este “mercado imperfecto del amor”.
Una de las presunciones en las cuales se basan las ideas anteriormente expuestas, es que las personas son racionales, es decir, maximizadoras de su propio bienestar. Por tanto, maximizamos nuestro bienestar sujetos a restricciones (tiempo, dinero, etc.). Esta presunción es básica en la teoría microeconómica neoclásica, y si bien puede criticarse su simplicidad, es un supuesto que permite modelar muchas de las conductas económicas humanas. Sin embargo, el amor es un sentimiento complejo, del cual se ha hablado y escrito mucho a lo largo de la historia de la humanidad, y aunque quisiéramos circunscribir el tema sólo a su dimensión económica, no es posible ni válido caer en simplicidades. Es por esto que en este segundo post daré un paso más para enriquecer la discusión. Ahora agregaremos que las personas además de racionales, se comportan estratégicamente, es decir, no sólo actúan pensando en su propio bienestar sino que además consideran en sus decisiones las acciones de otros.
La moderna Teoría de Juegos es la herramienta analítica que, basada en el supuesto anterior, ha modelado una infinidad de conductas económicas humanas haciendo importantes contribuciones para la resolución de problemas reales en negociación, resolución de conflictos, marketing, estrategia militar, defensa nacional, etc. Y por ende, también tiene algo que decir respecto al amor y a la búsqueda de pareja.
No es anodino que, por ejemplo, en la película “Una Mente Maravillosa” (Ron Howard, 2001), donde se retrata la vida del premio Nobel de Economía 1994 John Nash, se usara el concepto de “equilibrio de Nash” como ejemplo de estrategia para “ligar” en contraposición al simple “equilibrio competitivo”. Como se muestra en la película, la obtención del “first best” (la chica rubia) no pasa porque cada uno haga lo que sea racional para cada uno, ya que todos irían a por la chica rubia, se molestarían entre ellos, y al final no se conformaría ninguna pareja, ya que los chicos, tras ser rechazados por la rubia, tampoco serían aceptados por las chicas morenas al sentirse éstas tratadas como el “second best”.
“Adam Smith se equivocaba” (John Nash)
Por el contrario, el equilibrio socialmente óptimo, donde estarían todos mejor (todos en pareja), implica que sólo uno se debe quedar con la rubia, lo que a su vez requiere tener en cuenta la acción de los otros y llegar a algún tipo de acuerdo entre los “candidatos”.
Situaciones como las descritas en la película son una constante en los temas del amor, ¿Cuántas veces amigos del alma han coincidido en los gustos y sentimientos hacia una misma persona? ¿Cuántas veces a lo mejor hemos sacrificado nuestro propio interés para dejar a un amigo la posibilidad de quedarse con la chica que nos gustaba también a nosotros? ¿O cuántas circunstancias hemos vivido en donde las decisiones de pareja implican involucrar indirectamente a otros? Y, ¿por qué no? cuando simplemente queremos emprender la búsqueda activa de pareja estable.
Y es que el amor es complejo, difícil y un bien escaso. Cupido no sólo usa la calculadora, también juega al ajedrez. No vivimos aislados en la sociedad y los sentimientos se mezclan y entrecruzan. Muchas veces el pensar los pasos a dar en materia amorosa nos obliga a retraernos e, introspectivamente, buscar la mejor respuesta a esa situación compleja. Es cuando esperamos el consejo de aquel amigo o amiga en quien confiamos, pero también es cierto que muchas veces esos consejos, aún hechos con la mejor intención, no alcanzan a visualizar la situación en su total complejidad.
Es ahí cuando nuevamente la figura del matchmaker cobra relevancia, porque no solamente queremos una ayuda que nos permita ahorrar en “costes de búsqueda”, sino también porque es bueno planificar, evaluar y ponderar las acciones en esta materia, asegurando así que son coherentes y no dañan a terceros involuntariamente. La asesoría estratégica en materia de búsqueda de pareja también es un rol que cumple el matchmaker, un rol no menor cuando en el juego del amor, las emociones, sentimientos y expectativas se entrecruzan una y otra vez.
Autor invitado: Cristian Gutiérrez Rojas, Doctor en economía y Director Escuela de Administración y Economía de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez (Santiago de Chile).
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