¿Cambia la tecnología el Amor?

1 abril, 2021

Hoy una amiga me ha enviado la última charla de Helen Fisher para TED: Technology hasn’t changed love. Here’s why. Helen es una antropóloga americana que estudia la diferencia entre sexos y la evolución de las emociones humanas. También es asesora en match.com hace 11 años por lo que es conocida como una experta en relaciones amorosas.

Helen habla desde su experiencia analizando data que obtiene, bien de los millones de usuarios de match.com o bien de varios estudios que realiza año tras año en el mercado norteamericano.

Lo que no me esperaba es que al final de su interesantísima charla, la presentadora, que normalmente nunca sale en las charlas de TED, invitara a una de los asistentes a subir al escenario para dar su opinión sobre lo que Helen expone muy ordenada y metódicamente. Ella es Esther Perel, otra experta en las relaciones sentimentales pero desde un ángulo mucho más emocional y menos estadístico pues se basa en los conocimientos adquiridos en sus largos años de experiencia como psicoterapeuta.

A mí hace tiempo que Esther me cautivo en otra de las charlas de TED en 2013; “El secreto del deseo en una relación de largo plazo”. Cabe destacar que Esther Perel nació en Bélgica, sus padres fueron judíos supervivientes de los campos de concentración nazis, y el crecer entre “supervivientes” del holocausto le hizo plantearse la existencia de dos grupos de personas; aquellos que no murieron y aquellos que volvieron a la vida. De ahí su interés por estudiar el comportamiento y la forma de ver la vida de las personas desde un lado amoroso y sexual.

Pero no nos desviemos del título de este post (hablaré de Esther Perel en otro post), ¿han cambiado las tecnologías nuestro concepto del amor? Según Helen Fisher, no, y puntualiza, en absoluto!

Helen estudia el cerebro de las persona y cómo éste funciona desde una perspectiva amorosa. Sostiene que a lo largo de nuestra evolución, hemos desarrollado tres diferentes tipos de sistemas en nuestro cerebro para reproducirnos los cuales, junto con otras partes del cerebro, orquestan nuestra vida sexual y romántica en la vida familiar. Estos tres sistemas, que se encuentran en la parte más primitiva de nuestro cerebro y que han evolucionado a lo largo de más de 4.000 millones de años, son:

  1. Deseo sexual
  2. Amor romántico
  3. Unión cósmica a una pareja a largo plazo

Estos tres sistemas no cambian con la forma en la que podamos encontrar el amor, por lo que afirma que las webs de contactos no son “webs para ligar (dating sites) sino simplemente webs para conocer a alguien” porque las necesidades básicas para formar una pareja no se halla en ningún algoritmo matemático sino en nuestro propio cerebro y ninguna tecnología va a poder cambiar eso. Al igual que tampoco va a cambiar la forma en la que decidimos a quien vamos a amar.

Hasta aquí, nada nuevo ¿no? Pero lo que sí me ha resultado muy interesante son las conclusiones a las que llega a través de un estudio realizado en 40 países, con más de 14 millones de participantes, sobre la biología de la personalidad y por qué tipo de personas nos sentimos atraídos.

En su estudio habla de 4 tipos de estilos de pensar y comportarse, los cuales están directamente relacionados con la dopamina, la serotonina, la testosterona y los estrógenos:

1º. Aquellos que están más inclinados a la dopamina, personas curiosas, creativas, espontáneas, energéticos, etc. se sienten más atraídos por personas exactamente como ellos; curiosas, creativas, espontáneas, energéticos, etc.

2º. Los más afectados por la serotonina tienden a ser tradicionales, conservadores, personas que siguen las reglas a rajatabla respetando la autoridad, religiosos, etc. y este grupo también se siente más atraído por personas como ellos.

En estos dos primeros casos, las similaridades se atraen. Sin embargo, en los otros dos grupos, los polos opuestos se atraen:

3º. Y 4º. Los que se centran más en la testoterona, suelen ser analíticos, lógicos, directos, decisivos, y suelen sentirse más atraídos por aquellos más altos en estrógenos, gente con buen don de gentes, intuitivos, cariñosos y expresivos emocionalmente.

Y aunque la tecnología no va a cambiar a quien elegimos amar, sí que marca una tendencia que cambia la forma de llegar a la persona amada, Helen lo llama la “paradoja de elección” pues hace millones de años, y tampoco hace tanto, no teníamos a nuestro alcance la oferta que tenemos ahora con las nuevas tecnologías. Pero esto tiene un riesgo pues, acorde a varios estudios, el cerebro puede albergar de 5 a 9 alternativas y cuando tiene más llega a lo que los académicos llaman “sobrecarga cognitiva” y terminamos por elegir ninguna y como resultado llegamos a lo que ella llama “slow love”.

El “slow love” es el resultado de del tiempo que nos tomamos para conocer a nuestra pareja “definitiva” pues queremos saberlo todo sobre ella antes de casarnos, o comprometernos. Según ella, esto es debido al miedo al divorcio y a sus terribles consecuencias ya sean de índole económico, moral o familiar, por lo que cada día alargamos más la fase de pre-compromiso. Como ella dice:

“antes el matrimonio era el comienzo de la relación de pareja, ahora es el final.”

Pero el cerebro siempre triunfa y, tarde o temprano, nos casamos o buscamos una relación estable a largo plazo. No en vano estudios realizados en los EE.UU. muestran que el 86% de los americanos se casarán a la edad de 49 años, e incluso en otras culturas en las que el matrimonio no es el final, el compromiso o la convivencia en pareja, llegará mucho más tarde.

Lo bueno de esto es que si tomamos más tiempo en conocer a nuestras parejas antes de decidirnos a establecer un compromiso con ellas, ya sea mediante el matrimonio, la pareja de hecho, o la convivencia, la buena noticia es que esas parejas serán mucho más felices que las de nuestros antepasados, porque que estuvieran juntos durante toda su vida, no significaba necesariamente que fueran felices… aunque Helen formuló una pregunta a los casados sobre si volverían a casarse con sus parejas actuales y el 85% dijo que sí lo cual se muy positivo.

Como conclusión Helen argumenta que no son las tecnologías, ni el “slow love”, lo que ha cambiado la forma de relacionarse, sino la entrada al mercado laboral de las mujeres en diferentes partes del mundo otorgándoles mayor poder social, económico e incluso sexual, lo que ha cambiado tradiciones de hace 10.000 años moviéndonos hacia relaciones igualitarias entre sexos pero termina afirmando que el Amor y las relaciones emocionales siempre prevalecerán y que no hay tecnología que cambie la necesidad del ser humano de amar.

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