El Amor: La droga sana
Cuando el deseo de amar y ser amado se cumple, experimentamos la sensación de que nuestra vida alcanza el nivel máximo de satisfacción, y nos sentimos con la fuerza suficiente para afrontar todos los retos posibles. Esta sensación nos ayuda a plantearnos los otros aspectos de la vida con mayor ilusión y alegría; optimismo y, lo que algunos denominan; energía positiva.
Lo que trae como consecuencia, que en el resto de aspectos que conforman nuestra vida; salud, familia, trabajo, relaciones sociales, etc. atraigamos hacia nosotros la misma ilusión, alegría y optimismo (Ley de la Atracción). Nuestro cuerpo entonces segrega sustancias que estimulan las sensaciones y ayudan al cerebro a guiar nuestros pensamientos y acciones. Entre otras, estas sustancias son:
* La oxitocina, que se produce cuando existe un amor pasional y se relaciona con la vida sexual.
* La dopamina, que es la droga del amor y la ternura.
* La finilananina, que genera entusiasmo y amor por la vida.
* La endorfina, que es un transmisor de energía y equilibra las emociones, el sentimiento de plenitud y el de depresión.
* La epinefrina, que es un estímulo para el desafío de la realización de metas.
Si hay abundancia de estas hormonas endógenas, hay inteligencia emocional e interpersonal; la persona se siente ubicada, sabe quién es, a dónde va; controla sus emociones, conoce sus habilidades y sus talentos y se siente dueña de sí misma. Cuando estamos enamorados, la dopamina aumenta 7.000 veces su cantidad, acompañada de la oxitocina, responsable de la pasión sexual y de las fenilananinas, responsables del entusiasmo, bloqueando el aspecto de la lógica y la razón. En los recién casados, se produce gran cantidad de oxitocina, que es responsable del amor pasional. Por eso ellos irradian felicidad, se sienten plenos, alegres y motivados. Como vemos, la felicidad no es algo vago e impreciso, ni una sensación de nebulosa: es el efecto de un flujo correcto de sustancias químicas que proporcionan al ser humano su equilibrio físico y psíquico. Así, la felicidad se puede incrementar por medio de las siguientes actitudes o actividades, todas productoras de estas «drogas» internas.
Pero para que nuestro cuerpo genere estas sustancias debemos amar y disfrutar apasionadamente lo que hacemos; tener relaciones con personas que nos motivan y enriquecen nuestra fuerza vital; mantener la autoestima elevada; trabajar y lograr pequeñas o grandes metas; descansar y dormir profundamente; gestionar adecuadamente el estrés; hacer ejercicio regularmente («mens sana in corpore sano») y sobre todo, recordar los momentos felices de nuestra vida, ya que en esos momentos la mente no distingue entre lo real y lo imaginario.
El secreto por tanto está dentro de nosotros. Sentirnos felices es, en parte, una cuestión de actitud hacia la vida: la droga de la felicidad no se consigue en el exterior, sino que son creadas mediante una vida interior llena de amor, entrega, optimismo, bondad y logros personales, en las metas que nos ponemos día a día que han de formar parte de nuestra vocación por crecer y desarrollarnos como personas, desde el principio de nuestra conciencia hasta el fin de nuestra vida. La conciencia de que nuestra vida está siendo aprovechada en todos los sentidos, es lo que nos hace sentir que estamos vivos y que nuestra existencia merece la pena. Y algún día, cuando ya no estemos, podremos decir como reza el epitafio de Freddy Sosa:
«He resuelto vivir hasta el último día de mi vida»
Autor invitado: Jose Manuel Monfort Calderón
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