Sábado, 21 de mayo de 1960, 6:02 horas, aún en plena oscuridad, toda la zona de la península de Arauco es sacudida por un sismo de magnitud 7,75 grados en la escala de Richter, alcanzando una intensidad VII en la escala de Mercalli*.

Los daños ocurridos son principalmente debidos al derrumbe de casas viejas de tabique o piedra y campanarios, que aplastan a cientos de personas. Media hora después sobreviene un segundo movimiento, y todo aquello que había resistido a la primera sacudida (murallas viejas, edificios dañados, etc.) termina desplomándose.

Domingo 22 de mayo de 1960, 14:55 horas, se detecta un gran sismo, con probable epicentro en el mar, de 10 minutos de duración, que con 9,5 grados en la escala de Richter constituye la mayor magnitud registrada de un terremoto en la historia sísmica mundial con una intensidad XI en escala de Mercalli modificada en la Zona de Valdivia, pero revisando los desastres provocados en algunas zonas, bien se puede asignar la máxima intensidad de XII.

Lo que sobreviene después es indescriptible: derrumbamientos, ruinas, incendios, inundaciones, y para más inri, el despiadado Maremoto, dando lugar a miles de muertos y desaparecidos. Valdivia se hunde 4 metros bajo el nivel del mar y provoca la erupción del volcán Puyehue. El sismo es percibido en gran parte del Cono Sur y en diferentes partes del planeta debido al Tsunami que se propaga por todo el Océano Pacífico, llegando hasta localidades de Hawái y Japón ubicadas a miles de kilómetros de distancia.

Cualquiera diría que tras una catástrofe de tal calibre hace más de 50 años, la hermosa ciudad de Valdivia, en ruinas, hundida, apenada y despoblada no sería capaz de resurgir de entre sus cenizas, en este caso ruinas. Pero sí, a lo largo de todos estos años Valdivia se ha convertido en una ciudad de encantos, de historia y de pueblos que se mezclan… inmigrantes, mayoritariamente españoles y alemanes, que se enamoran, casan y conviven con los indígenas. Valdivia, fue, es y siempre será un mosaico cultural donde nace, se baña y se esconde la luna como rezaba ya en 1958 esta linda canción del gran compositor chileno  Luis Aguirre Pinto**:

Su paisaje se entreteje como una auténtica acuarela geográfica de lagos, termas, ríos y volcanes, formando un relieve único, con más de 280 km. de hermosos afluentes navegables. Su bosque nativo milenario es conocido como la “selva Valdiviana”. Esta riqueza medioambiental le ha permitido desarrollar una floreciente industria turística. Una de las importantes contribuciones que realiza la ciudad a nivel mundial es la preservación de su “Santuario de la Naturaleza” , declarado así por la UNESCO gracias al gran valor ecológico de sus humedales y a la abundante población de aves y mamíferos que allí se albergan.

En Valdivia se realizan diversos eventos artísticos y culturales, varios de los cuales se llevan a cabo de forma anual. La fiesta masiva más antigua de la ciudad es la “Semana Valdiviana”, que se celebra durante la última semana de febrero de cada año (verano en Chile), acabando con un paseo de embarcaciones decoradas por el río Valdivia con juegos artificiales.

En 2016 fue la Capital Cultural de América siendo éste un excelente momento para visitar este mágico lugar, aunque se encuentre tan alejada, en el pico más austral de Chile,  es una ciudad de ensueño que no te puedes perder si vas al Cono Sur.

*La escala sismológica de Mercalli es una escala de 12 grados, calibrándose del I al XII, desarrollada para evaluar la intensidad de los terremotos a través de los efectos y daños causados a distintas estructuras. Debe su nombre al físico italiano Giuseppe Mercalli.

**Luis Aguirre Pinto. Gran compositor chileno, autor del famoso tema «Camino de Luna»; nació en Copiapo en 1907. Sus padres acostumbraban a tocar románticos de dúos de pianos y violín en las veladas de provincias. Vinieron a Santiago, cuando tenía siete años, estudió en los Liceos Lastarria y Barros Borgoño.

A los diecisiete años empezó a componer y ya a los veintiuno partió en una gira continental con Ángela Ferrari, intérprete europea del tango.

Volvió a Chile, donde actuaba como violinista en el salón de baile «Olimpia», en la calle Huérfanos de Santiago. Luego formó su propia orquesta, con la cual grabó y acompañó a numerosos artistas y hasta compuso temas para las primeras películas chilenas.

Posteriormente integró la famosa Caravana de la Música Chilena que organizó Pablo Garrido y que fue todo un suceso artístico recorriendo el país y llegando hasta Buenos Aires, donde sus miembros se desintegraron.

Recibió numerosos premios y distinciones por composiciones tan exitosas como «Camino de Luna», que le valió la calidad de Ciudadano Honorario de la ciudad de Valdivia.