El Verano; vivir y amar plenamente

Ya empieza el verdadero calor del Verano y esto me hace pensar en dos cosas; las parejas que se unirán durante las vacaciones veraniegas pero, desafortunadamente, también aquellas que se separarán.

Es cierto que cada vez hay más divorcios y la mayoría de ellos se suceden después del Verano, algo de lo que ya escribí hace tiempo en el artículo llamado “De amor de verano a relación estable”, pero seamos positivos, también son muchas las personas que cruzan sus caminos en el periodo estival y algunas hasta lo hacen duradero.

¿Qué tiene el buen tiempo que nos hace estar más receptivos a nuevas conquistas? ¿Qué ocurre en nuestro organismo con la llegada de un largo periodo de descanso? ¿Por qué esperamos tanto del Verano?

El estudio sobre cómo nos afectan los cambios estacionales ha sido abordado por numerosos científicos y sociólogos. Wilhem Reich, gran investigador de la psique humana y contemporáneo de Freud, demostró que los procesos climatológicos guardan una estrecha relación con los procesos personales. Las  investigaciones que llevó a cabo entre los años 1936 y 1950 encontraron una relación directa entre el comportamiento del ser humano, el de la naturaleza y el medio en el que vivimos. Observó que las causas de ciertos desequilibrios, o trastornos del carácter, no sólo pueden originarse en el subconsciente del individuo, sino que también se derivan de una inestabilidad Orgonómica, es decir, de la mala gestión y calidad de la energía vital que posee la persona y la naturaleza.

Según los estudios de Reich, el Verano es un periodo de plenitud emocional llena de vitalidad anímica, dinámica y exaltación de los sentidos por lo que la gente suele estar más receptiva y abierta emocionalmente. Muchos procesos internos se llevan a cabo durante el Verano porque, aunque aparentemente todo sea mucho más exterior, la vida se elabora desde la emoción y es bien sabido que la emoción no la controlamos fácilmente.

Anhelamos tanto la llegada del Verano porque casi resulta ser un proceso y barómetro de experimentación emocional. Representa ese estado en que muchas experiencias impulsivas salen a la superficie. Nos atrevemos a hacer cosas que en nuestro día a día no seriamos capaces de hacer. Tal vez impulsados por ese estado de exaltación que defiende Reich pero sobre todo porque deseamos salir de nuestro status quo, vivir nuevas experiencias y sentirnos vivos.

El Sol, el Agua, la Luz nos dan fuerza pero también sosiego y, por ende, ganas de vivir mejor. La disponibilidad de tiempo nos permite relajarnos y eso hace que nuestro cerebro vaya más despacio, dejando así más espacio a los sentimientos, los cuales parecemos enterrar durante periodos de gran actividad física, intelectual y/o profesional.

Es por ello que miramos al mundo con otros ojos y, al mirar, vemos, hallamos y nos comunicamos. Aquellas personas en las que, en circunstancias normales, tal vez ni nos hubiéramos fijado, de repente nos resultan atractivas e interesantes.

Dejamos a un lado los prejuicios porque parece ser que el futuro nos deja de importar tanto y damos prioridad a vivir el presente, a divertirnos por encima de todo, haciendo simple y llanamente lo que nos hace sentirnos mejor con nosotros mismos. Nos adentramos en historias de amor que, aparentemente, no tienen ninguna posibilidad de permanecer en el tiempo; son historias apasionadas basadas en fantasías hechas realidad. Sin las corazas ni los prejuicios que nosotros mismo nos imponemos, vivimos todo más intensamente porque, como dijo el gran John Lennon:

         “La vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes”.

Frase que yo intento aplicarme no solo durante el Verano, sino cada día de mi vida porque, ¿quién sabe si esa historia de amor que tan vivos nos ha hecho sentir puede ser el principio de una nueva historia, no solo de amor sino de nuestras vida?